Adaptarme, adaptarla y adaptarlos
Mi nombre es Silvina Pautasso, soy
estudiante del Profesorado en Educación Inicial en la Escuela Superior Normal 10
“Juan Bautista Alberdi”, estoy cursando el último año y me encuentro trabajando
en un jardín que me dio la posibilidad de aprender y continuar enriqueciendo
mis conocimientos, y además, me brindó la oportunidad de conocerla a ella, a
“Coni”.
Al comienzo de este año, 2012, me
indicaron que Sala Azul (dos años) iba a ser mi sala, yo iba a ser la maestra
titular, por lo que, montones de ideas afloraron en mi mente, como por ejemplo:
las actividades a desarrollar en el período de iniciación; las actividades relacionadas
con artes visuales; las masas que podría presentarles (masa de sal, de tierra,
de aserrín, de arena); la secuencia de dáctilo-pintura. Luego estas ideas fueron
traspasadas a papeles que finalizaron siendo firmados por el equipo directivo.
Un solo tema me preocupaba, el período de adaptación, no sabía cómo debía
abordarlo: que juegos presentar, que recursos y estrategias utilizar para
lograr llevar a cabo este período de una forma que no sea vivenciada por ellos
como algo traumático. A su vez, aparecieron en mi mente un montón de preguntas:
¿Cómo debía llevar a cabo este proceso?, ¿Qué actividades presentar?, ¿Cómo
hacer para que los niños se adapten a mí, al jardín, a la sala, a sus
compañeros?, ¿Cómo interactuar con sus padres?, ¿Cómo responder a los
interrogantes de sus padres respecto a este período?, ¿Qué juegos realizar?, ¿Qué
estrategias y recursos docentes usar?, ¿Cómo hacer para que se separen de sus
padres sin vivenciarlo con angustia?
No me sentía del todo segura y
tranquila ya que era algo nuevo dentro de mi experiencia docente, de todas
formas, intenté no paralizarme por el miedo frente a esta nueva circunstancia,
sino que, comencé a buscar en libros, enciclopedias, preguntarle a personas con
más experiencia, cómo debía abordarlo. La información que pude recopilar
consistía en: realizar más que nada juegos grupales, jugar con pelotas, sábanas,
títeres, realizar diferentes actividades para ver cuáles les gustaban más y
ahondar en las mismas para favorecer esta instancia de adaptación. Otras
actividades a desarrollar serían: pedirle a cada uno que traiga un objeto
significativo para ellos para que lo presenten al grupo de pares, y también yo presentarles
un objeto, el cual llevaría cada uno a su casa para luego contar la aventura
vivida con el mismo o simplemente las acciones realizadas. Todas las
actividades a realizar fueron avaladas por el equipo directivo, cosa que
provocó en mí mayor seguridad ya que parte del camino estaba recorrido y sólo
debía esperar a que el período de adaptación comenzase.
El lunes era el comienzo del inicio
de clases, me encontraba en la plaza blanda con varios niños nuevos, entre
ellos estaba Coni. Algunos no presentaron grandes dificultades para separarse
de sus padres cuando los invité a entrar a la plaza blanda conmigo y jugar con
las pelotas, esto mismo pasó los siguientes días, cuando los invitaba a realizar
una actividad siempre estaban dispuestos a realizarlas. Al principio los padres
de los niños se quedaban en el mismo espacio donde los niños junto a mí se
encontraban, se ubicaban en un espacio visible con el fin de que los mismos no
se sintiesen abandonados. A medida que fueron pasando los días los niños se
quedaban más tiempo dentro de la institución; las actividades las comencé a
desarrollar en la sala, en un primer momento los padres se encontraban dentro
de la misma pero al pasar los días fueron ubicándose fuera de la sala y
entrando a la misma cuando el niño necesitaba tener un encuentro cercano con su
familia. Así fue como estos niños comenzaron a disfrutar de la jornada en el jardín
y comenzaron a reconocer este nuevo espacio como un lugar donde interactuar con
otros, ya sea adultos o niños, jugar y aprender cosas nuevas.
Sin embargo, este no fue el caso de
Coni, a ella no le gustaba jugar conmigo ni con sus compañeras, necesitaba
estar constantemente con su madre o con sus abuelos. Así es, con su madre o sus
abuelos, había días que venían los tres, cuando les alerté que la adaptación la
debía realizar solo uno, cada día venía uno diferente, cosa que tampoco ayudaba
al proceso de adaptación. Coni necesitaba constantemente estar en contacto con
el familiar que la acompañaba, si alguno de ellos debía ir al baño o separarse
de ella algunos minutos, comenzaba a llorar, patalear y gritar.
Pasaron tres semanas y todavía no
había logrado lo que me había propuesto, Coni todavía no se quedaba en la sala sin
que el familiar se encuentre presente, no me dejaba acercarme mucho, no dejaba
que sus compañeros se acerquen, si alguien se acercaba a ella respondía
mordiéndolo, no jugaba, no pintaba, no cantaba, no hacía las actividades
propuestas si no era con su familiar. En varias oportunidades intenté hablar
con la familia pero hacían caso omiso a lo que les decía, esto me enojaba
porque yo sentía que no respetaban las indicaciones que como docente de la sala
les daba, yo creía que no respetaban mi criterio profesional. En una
oportunidad hablé con la madre y le pedí que sólo uno de todos los familiares
viniese a realizar el período de adaptación ya que de esa manera se iba a
lograr el proceso en mejores términos, ya que un día avanzábamos y al otro día
con la presencia de otro familiar retrocedíamos. Pareciese que la madre no
quedó del todo conforme con mi explicitación, por lo que, luego llamó al jardín
para hablar con la directora de la institución y mencionarle lo que yo le había
comentado para ver cuál era su opinión en base a mi pedido; la directora estuvo
de acuerdo con mi criterio y mi justificación por lo que la madre comenzó a
respetar el pedido y sólo venía la abuela a realizar junto a Coni el proceso de
adaptación. Superado un obstáculo, comenzaron a presentarse otros, cuando Coni
lloraba porque quería un juguete o porque tenía hambre o por lo que fuese, yo
me acercaba a ella y la agarraba en brazos, uno de mis objetivos era crear un
vínculo afectivo fuerte con ella, demostrarle que dentro de la escuela contaba
con una docente que se ocuparía de ella e intentaría que esté cómoda,
satisfecha y la ayudaría a construir aprendizajes significativos. Sin embargo, la
abuela al ver que Coni lloraba instantáneamente se acercaba y me la sacaba de los
brazos, se excusaba diciendo “Si Coni llora mucho después le agarra tos y tiene
mocos, prefiero agarrarla yo”. En otra oportunidad, recuerdo que estábamos
jugando en el patio, Coni quería subirse al sube y baja pero éste estaba
ocupado por otros dos compañeros. Coni comenzó a llorar e indicar que quería
subirse al juego, yo le dije que en ese momento había dos compañeros jugando
ahí, que podía jugar con otro juego hasta que alguno se bajase y ella pudiese
subir. Coni respondió a esto mordiendo a
un compañero, en ese instante me acerqué a ella y le comencé a decir que lo que
hizo estaba muy mal, que no debía morder, ni patear, ni tirar del pelo porque a
ella tampoco le gustaría que le hagan eso. Luego, pensándolo, comprendí que
esas palabras no fueron las mejores ni las que tendría que haber utilizado,
Coni estaba molesta porque nada de lo que ella quería hacer podía: no podía
irse a su casa, no podía estar con su mamá y además no podía subirse al juego
que ella quería; tampoco es correcto realizar juicios de valor, como decir “lo
que hiciste está muy mal” ya que recurrió a esa acción porque con palabras no
lo podía resolver. Por lo tanto, yo como docente hubiese sido mejor poner en
palabras lo que Coni no podía, decirle por ejemplo: “Coni vos mordiste porque
estas muy enojada porque querías subirte al juego pero ahora está ocupado y
cuando alguno de los dos se baje vas a poder subir”.
Acto seguido al momento en que Coni
mordió a su compañero, vi que la abuela se acercó a donde nos encontrábamos,
ella se ubicaba en la otra punta del patio, la retó y la pegó. En ese momento
le dije a la abuela que no volviese a hacer eso por lo menos en el jardín, ya
que fuera de la escuela ella como abuela podía hacer todo lo que considerase
correcto con Coni; sin embargo dentro de la escuela no se avala la agresión
física de ninguna manera. Es el día de hoy que no sé lo que pensó la abuela en
ese momento, o como tomó mis palabras, porque luego de decirle eso se dio media
vuelta y volvió al lugar donde en un principio estaba sentada. Intenté agarrar
a Coni en ese momento pero ella no quiso, estaba llorando y salió corriendo al
lugar donde su abuela se encontraba. En varias oportunidades hablé con la
abuela y le dije que no debía obligar a Coni a jugar o a realizar todas las
actividades propuestas porque hay veces que los niños necesitan primero
observar para luego participar; también le dije que no debía decirle que si no
se ponía a jugar con otros compañeritos no iba a ver más a su mamá porque los
niños en este período tienen miedo a que sus progenitores los abandonen y ella
diciendo eso, alimentaba esa fantasía; que no debía sacármela de los brazos
porque sino así se me iba hacer muy difícil poder crear un vínculo afectivo con ella, entre otras cosas. Frente a las
acciones producidas por parte de la abuela de Coni hacia ella y hacia mí (yo
creía que no respetaba mi criterio para realizar las cosas porque por más de
que le decía lo que debía dejar de hacer, lo seguía realizando) cada vez me
sentía más molesta, y por más de que lo intentase no lograba formar un vínculo afectivo
con Coni, ella no estaba dispuesta a abandonar a la abuela para acercarse a mí
y yo, entiendo ahora que, tampoco estaba dispuesta a acercarme a ella.
Una mañana, el equipo directivo me
pidió una reunión y me mostró su disconformidad con respecto a la integración
de Coni, ya que la madre de ella se había comunicado con ellos diciendo “la
maestra no le da bola a mi hija”. Esto generó en mí un gran malestar, por un
lado me sentía decepcionada de mí misma, tal vez era yo la responsable de su no
adaptación, tal vez no me había acercado lo suficiente a Coni. Por otro lado,
me sentía enojada ya que hubiese esperado que la madre de Coni hablase conmigo
y me preguntase lo que yo creía y no directamente hablar con el equipo directivo.
De todas maneras, lo que peor me hizo poner fue el sentir que había una
competencia entre la Familia y yo, y esto me pareció muy absurdo ya que tanto
ellos como yo nos encontrábamos ahí por la misma razón. Nuestro trabajo debía
ser en conjunto porque ambos somos significativos para Coni y requiere de ambos
para realizar aprendizajes significativos. Luego de la reunión con los
directivos, e interactuar acerca de esta temática, pensando qué pudo haber
pasado, qué pensaba yo, qué pensaban sus padres, vi que venía Coni de la mano
de su mamá, opté por dejar de lado los sentimientos de malestar y la guerra
absurda; aproveché esa oportunidad para comunicarle a la mamá de Coni, los por
qué de la no adaptación, le pedí disculpas por si en algún momento no se sintió
bien o sintió que yo no estaba respetando a Coni como integrante del grupo. Ella
estuvo de acuerdo en todo lo planteado y me pidió disculpas por no haber respetado
mi criterio como docente de la sala y también se disculpó en nombre de la
abuela de Coni. En ese momento me contó que el día anterior había estado
hablando con la Directora del jardín y entre las dos habían optado porque la
abuela no vaya y que Coni se quedara en la sala sin ningún adulto de su entorno
familiar que la acompañe, excusando que ya ningún miembro de la familia podía
realizar el proceso debido a que todos debían volver a sus trabajos. Estoy
segura que esta no era la mejor forma de adaptar a Coni ya que para ella se
produciría un cambio muy brusco, de repente pasaba a estar una carga horaria
importante dentro del jardín sin poder ver al adulto significativo para ella,
que de cuenta de que no la abandonarían. Frente a ese accionar un montón de
interrogantes aparecieron en mí: lo habían decido la directora junto con la
madre de Coni ¿y mi opinión?, ¿acaso mi opinión como docente de la sala no
importaba?, ¿no deberían haberlo hablado conmigo para ver qué pensaba yo?
¿Realmente ellas creían que lo mejor era adaptarla a la fuerza? ¿No se
percataron de que así Coni sufriría más? Pero más allá de que ellas hayan
hablado y hayan optado eso la culpa era mía, yo debí hacerme respetar y
respetar mi criterio, sabía que eso no era lo mejor y no debí haberlo
permitido. Tenía fundamentos para explicar por qué no estaba bien la decisión
que habían tomado pero en ese momento no supe como accionar, dejé que pase algo
que no debería haber pasado y me enojé conmigo por no haberme hecho
escuchar.
En el instante donde la madre de
Coni se fue, ella comenzó a llorar y a gritar, me acerqué a ella para contenerla, sentía dentro de mí esa molestia que todavía
no podía sacarme, pero todo cambio cuando me acerqué y Coni me abrazó. En ese
momento el sentimiento cambió, Coni se volvió una nena súper especial para mí
como yo para ella. Pudimos crear un vínculo afectivo significativo. Empezó a
darme besos y abrazos, los cuales se fueron intensificando día a día. A su vez,
la relación con su familia también cambió, el trato comenzó a ser más cordial y
ahora frente a cualquier duda me lo consultan directamente a mí, ya no apelan a
un intermediario.
Después de ese día, Coni entraba
llorando, pataleaba, intentaba escaparse y no quería comer, esta puede ser una
de las reacciones que adopten los niños durante el período de adaptación con el
fin de mostrar su rechazo, llamando la atención de los adultos a cargo de
ella.
Hoy por hoy no puedo salir de la
sala porque sino Coni llora y no se calma hasta que me ve, lo mismo sucede para
dormir, no puede dormirse si no me agarra la mano o la pierna, y si se
despierta y no estoy comienza a buscarme llorando hasta que me encuentra. Ahora
me toca trabajar con ella el tema del apego hacia mí.
Considero que este fue un momento donde se llevaron a cabo
varias adaptaciones: una de ellas fue la adaptación de Coni, adaptarla a la
sala, a las actividades, al jardín, a los compañeros, a mí; por otro lado
adaptar a los padres, haciéndolos sentir seguros demostrándoles que la persona
que está a cargo, por alguna razón está y por último, adaptarme yo a mi nueva
sala, con nuevos nenes y nuevos desafíos. Entendí que es necesario comprender que las dificultades
forman parte
del proceso y no hay que vivirlas como un obstáculo. Lo más importante
es darnos y
darles a todos tiempo. También comprendí que como docente voy a vivir un montón
de situaciones que no voy a saber cómo resolverlas o cómo accionar, pero tengo
que actuar en base a lo que aprendí en el transcurso del profesorado, en los
artículos y conferencias, los cuales leí y seguiré leyendo y asistí y seguiré
asistiendo, y siempre hacer respetar mi opinión. Un aspecto importante a tener
en cuenta es que la institución trabaja en conjunto con los padres, por lo que,
se deben construir códigos entre ambos para favorecer al niño en la transcurso
de los procesos pedagógicos. Por último, un aspecto a tener en cuenta es que
los docentes frente a distintas situaciones problemáticas que se les presenten
deben buscar la forma de resolverlas y no considerar que la culpa es siempre de
otro.