El período de iniciación en la Escuela Infantil
Mercedes Mayol Lassalle
Siempre me ha preocupado la problemática de la incorporación de bebés en
el Jardín Maternal, quizás porque estos procesos contienen un alto voltaje
socioafectivo difíciles de soslayar por los niños, los padres, los maestros y
los directivos y quizás también porque el tema me remite a experiencias de mi
niñez que incluyeron separaciones tempranas de mis padres y que, años más
tarde, me permitieron empatizar con los niños que transcurren por esos
avatares.
En un trabajo de investigación que se incluyera en una publicación
reciente -he señalado algunas
dimensiones del problema que pienso útiles a la hora de analizar este proceso,
con el fin de mejorar el Proyecto Educativo y las acciones dirigidas a los
niños y sus familias.
Ya en los primeros contactos resulta útil preguntarse y preguntar sobre
las motivaciones por las que el niño es incorporado a la institución ya
que resultan, en sí mismas, generadoras de conflictos. En nuestro cuerpo social
no se visualiza tan claramente la función educadora de los jardines maternales,
el niño en principio no es enviado “para que se socialice”, “para que juegue
con otros niños de su edad” como en el Jardín de Infantes. En este sentido,
Gerstenhaber, C. (2000) propone la indagación de las motivaciones de las
familias y de las ansiedades que se ponen en juego en el momento del ingreso
del bebé al Jardín Maternal señalando que, el escenario económico y social
actual, no permite que los padres puedan realizar verdaderas elecciones acerca
de cómo desean criar a sus hijos. Ello limita su libertad, incrementa las
ansiedades y debe ser trabajado por la escuela infantil para la construcción de
un encuadre de trabajo que habilite la contención del niño y su familia.
También, puertas adentro de las instituciones de atención del niño, debemos
atender al desarrollo de inseguridades o culpas en el personal respecto
de la conveniencia y los beneficios de su propio trabajo con los bebés. Las
psicólogas N. Castro Pueyrredón y M. Bellón (1988) han señalado que se
promueven por lo menos dos discursos contradictorios sobre la concurrencia del
bebé al Jardín Maternal: uno en el que la comunidad autoriza a la familia, que
debe compartir la educación de sus hijos desde edades cada vez más tempranas y
el otro que censura a través del discurso moralizante que utiliza
interpretaciones dogmáticas sobre la díada madre-hijo proponiendo un modelo de
familia como condición principal de salud mental para el chico y una relación
madre-hijo ideal como obligación de la madre que se opone con la posibilidad
real de concretarse.
Otro tema a considerar es la necesidad de establecer acuerdos entre
la familia y el jardín maternal para evitar riesgos en el desarrollo del
bebé. El bebé, que se halla en un período crítico, pasará a convertirse en
miembro de dos sistemas interactivos fuertemente implicados, su familia y su
jardín. Ambos se constituyen simultáneamente en “sistemas significativos de
aprendizaje temprano”, abiertos, interrelacionados, en permanente intercambio
entre sí y con el afuera. Ello indica que tanto el personal del jardín como la
familia del niño, tendrán que asumir un compromiso fuerte para el
establecimiento de acuerdos, de acciones colaborativas y un fluido intercambio
comunicacional para evitar posibles situaciones de riesgo. (Ferrari de Prieto,
Julia; 1990).
Al período de iniciación se lo llama generalizadamente de adaptación.
Es este sentido coincidimos con Ruth Harf (1996) en que “el proceso de
adaptación abarca la vida en su totalidad: ante toda situación el individuo
pone en juego sus procesos adaptativos y no únicamente en los primeros días,
semanas o meses de su escolaridad”. Durante el período de iniciación, y en
cada uno de los involucrados en esta nueva situación, se hallan presentes
ansiedades y sentimientos de inseguridad, desconfianza, temor que deberán
trabajarse dentro del proyecto educativo. Cada cual tendrá su “tarea” por
hacer: así, los niños necesitan conocer, comprender, apropiarse y contribuir en
la elaboración de un sistema de códigos compartidos para sentirse seguros y
para ello necesitarán tiempo. (Harf, R.; 1996). Por su parte las docentes
precisan conocer al niño para poder interpretar sus estados de ánimo y sus
requerimientos y responder a ellos, interpretarán las pautas de crianza y la
cultura de la familia acordando objetivos comunes. Los padres, para poder
delegar su función educadora, confiar y secundar la labor del Jardín Maternal,
requieren conocer de antemano las acciones programadas, la dimensión de la
profesionalidad del docente y la seriedad del equipo, como así también,
participar en el desarrollo de la propuesta educativa, hablando de las
dificultades, evaluando, elaborando decisiones en conjunto y construyendo el
encuadre del trabajo.
Aunque los niños, los padres y los maestros viven conjuntamente estos
procesos adaptativos debe tenerse en cuenta que no son equiparables:
el niño es el protagonista principal y la prioridad de los adultos. Es quien en
primera instancia, debe ser escuchado, comprendido, contenido en sus angustias,
satisfecho en sus necesidades, y orientado en sus cambios.
Sabemos que, en lo que hace a su desarrollo psicológico los adultos
tienen estructurado el aparato psíquico por lo que sus defensas les permiten ir
controlando la realidad. Para un bebé cada una de las situaciones o de las
personas desconocidas, exhortarán sensaciones de ruptura de continuidad del
sostén del ambiente, provocando un aumento de la angustia. Cuando esas
sensaciones no son comprendidas por el adulto, los niños estarán más
conflictuados. Por ello es fundamental que el maestro asuma su rol de “adulto
significativo” acomodándose al bebé y decodificando sus necesidades. A través
de ello el bebé construirá, “una frustración gradual tolerable”, es decir la
posibilidad de esperar, soportando las ausencias y las distancias. En este sentido,
la tarea del Jardín Maternal y del docente a cargo del bebé será la de
construir un ambiente adaptado a sus necesidades. (Maquieira, L. S.; 2002).
Otra de las tareas de los adultos es preparar al niño para que se
convierta en miembro de la sociedad. Esto supone que, a través de la crianza,
se le permite la recreación de valores y normas propias de nuestra cultura, se
le enseñan ciertas conductas específicas, se le provee de modelos de roles
adultos en los que pueda desarrollar su identidad y su lugar en la sociedad, y
se lo apoya para que desarrolle su autoestima y autovalimiento. Los padres y
educadores comparten la función de socialización en lo atinente a la
constitución de modelos de identificación y como portadores de las metas, los
ideales y los valores culturales. Así, el desarrollo emocional y la
construcción de las capacidades cognoscitivas se ajustan y relacionan con
valores determinados social y culturalmente. La negligencia, el abandono
emocional, los vínculos crueles, o desvitalizados, son riesgos que pueden
afectar el proceso de socialización y la estructuración de su psiquismo en
general, como también lo son la falta de coherencia y el uso de poderes
abusivos por parte de los adultos (Slapak, S. y otras; 2000).
En la
integración del niño a la vida del Jardín Maternal cobra fundamental
importancia el rol del docente, como figura significativa, quien debe
asumirse en su posición de adulto y su plenitud profesional que consiste,
precisamente, en la articulación armoniosa de habilidades y pericias
socio-psico–pedagógicas que son el fundamento de su formación básica (Frabboni,
F.;1984). Sin duda, el período de ingreso al Jardín Maternal, es un hito en la
vida de los bebés y sus familias y por ello es fundamental que directivos y
maestros se preocupen por la formulación y puesta en marcha de un Proyecto
Educativo sólido para garantizar la calidad de la atención integral y los
aprendizajes de los bebés, en un marco de sano bienestar y respeto cariñoso.
Uno de los aportes que considero más interesantes de los
expresados en este artículo es que la autora menciona que el docente debe
preguntar y preguntarse acerca de las ansiedades y motivaciones por las cuales
el niño ingresa al Jardín Maternal. Esto es interesante ya que es una forma de
crear un vínculo y un acercamiento, por parte del docente, hacia la familia del
niño debido a que de esta forma, se está buscando comprender: qué es lo que
sucede en la casa del niño, cuáles son las razones que movilizan a los padres a
dejar a sus hijos ahí, descubrir cómo es la forma de pensar de la familia, su
accionar, qué le quieren brindar a sus hijos, etc.
El personal
del jardín como la familia del niño, tendrán que asumir un compromiso fuerte
para el establecimiento de acuerdos, de acciones colaborativas y un fluido
intercambio comunicacional para evitar posibles situaciones de riesgo. Este es
un aspecto muy importante a tener en cuenta debido a que ambas instituciones se
focalizan en el niño, por lo que, es importante que haya acuerdos entre ellos,
que tengan una buena relación, que puedan interactuar, comunicarse los acuerdos
y desacuerdos. La escuela y la familia son fundamentales para el niño en estas
edades, ya que a partir de ellas adquiere sus aprendizajes significativos,
incorporan valores, metas, ideales, aspectos vinculados con la cultura y
constituyen modelos de identificación.
En el
artículo se hace mención, recuperando una cita de Ruth Harf, que las
adaptaciones abarcan la vida en su totalidad y, a mí entender por esta razón,
es de gran importancia que los niños en esta primera infancia realicen
adaptaciones de una forma adecuada, respetando sus tiempos y no forzándolos
debido a que en ésta aparecen inseguridades, miedos, ansiedades, desconfianzas,
diversos sentimientos por parte de los alumnos. Es la primera vivencia que
tienen respecto a algo que deberán volver a vivir en varias oportunidades en el
transcurso de sus vidas, y si la primera experiencia fue buena, no tendrán
miedo ni inseguridades para las adaptaciones futuras.
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