jueves, 24 de mayo de 2012

El período de iniciación en la Escuela Infantil

Mercedes Mayol Lassalle

 "El período de iniciación en el Jardín Maternal"

Siempre me ha preocupado la problemática de la incorporación de bebés en el Jardín Maternal, quizás porque estos procesos contienen un alto voltaje socioafectivo difíciles de soslayar por los niños, los padres, los maestros y los directivos y quizás también porque el tema me remite a experiencias de mi niñez que incluyeron separaciones tempranas de mis padres y que, años más tarde, me permitieron empatizar con los niños que transcurren por esos avatares.

En un trabajo de investigación que se incluyera en una publicación reciente  -he señalado algunas dimensiones del problema que pienso útiles a la hora de analizar este proceso, con el fin de mejorar el Proyecto Educativo y las acciones dirigidas a los niños y sus familias.

Ya en los primeros contactos resulta útil preguntarse y preguntar sobre las motivaciones por las que el niño es incorporado a la institución ya que resultan, en sí mismas, generadoras de conflictos. En nuestro cuerpo social no se visualiza tan claramente la función educadora de los jardines maternales, el niño en principio no es enviado “para que se socialice”, “para que juegue con otros niños de su edad” como en el Jardín de Infantes. En este sentido, Gerstenhaber, C. (2000) propone la indagación de las motivaciones de las familias y de las ansiedades que se ponen en juego en el momento del ingreso del bebé al Jardín Maternal señalando que, el escenario económico y social actual, no permite que los padres puedan realizar verdaderas elecciones acerca de cómo desean criar a sus hijos. Ello limita su libertad, incrementa las ansiedades y debe ser trabajado por la escuela infantil para la construcción de un encuadre de trabajo que habilite la contención del niño y su familia.

También, puertas adentro de las instituciones de atención del niño, debemos atender al desarrollo de inseguridades o culpas en el personal respecto de la conveniencia y los beneficios de su propio trabajo con los bebés. Las psicólogas N. Castro Pueyrredón y M. Bellón (1988) han señalado que se promueven por lo menos dos discursos contradictorios sobre la concurrencia del bebé al Jardín Maternal: uno en el que la comunidad autoriza a la familia, que debe compartir la educación de sus hijos desde edades cada vez más tempranas y el otro que censura a través del discurso moralizante que utiliza interpretaciones dogmáticas sobre la díada madre-hijo proponiendo un modelo de familia como condición principal de salud mental para el chico y una relación madre-hijo ideal como obligación de la madre que se opone con la posibilidad real de concretarse.

Otro tema a considerar es la necesidad de establecer acuerdos entre la familia y el jardín maternal para evitar riesgos en el desarrollo del bebé. El bebé, que se halla en un período crítico, pasará a convertirse en miembro de dos sistemas interactivos fuertemente implicados, su familia y su jardín. Ambos se constituyen simultáneamente en “sistemas significativos de aprendizaje temprano”, abiertos, interrelacionados, en permanente intercambio entre sí y con el afuera. Ello indica que tanto el personal del jardín como la familia del niño, tendrán que asumir un compromiso fuerte para el establecimiento de acuerdos, de acciones colaborativas y un fluido intercambio comunicacional para evitar posibles situaciones de riesgo. (Ferrari de Prieto, Julia; 1990).

Al período de iniciación se lo llama generalizadamente de adaptación. Es este sentido coincidimos con Ruth Harf (1996) en que “el proceso de adaptación abarca la vida en su totalidad: ante toda situación el individuo pone en juego sus procesos adaptativos y no únicamente en los primeros días, semanas o meses de su escolaridad”. Durante el período de iniciación, y en cada uno de los involucrados en esta nueva situación, se hallan presentes ansiedades y sentimientos de inseguridad, desconfianza, temor que deberán trabajarse dentro del proyecto educativo. Cada cual tendrá su “tarea” por hacer: así, los niños necesitan conocer, comprender, apropiarse y contribuir en la elaboración de un sistema de códigos compartidos para sentirse seguros y para ello necesitarán tiempo. (Harf, R.; 1996). Por su parte las docentes precisan conocer al niño para poder interpretar sus estados de ánimo y sus requerimientos y responder a ellos, interpretarán las pautas de crianza y la cultura de la familia acordando objetivos comunes. Los padres, para poder delegar su función educadora, confiar y secundar la labor del Jardín Maternal, requieren conocer de antemano las acciones programadas, la dimensión de la profesionalidad del docente y la seriedad del equipo, como así también, participar en el desarrollo de la propuesta educativa, hablando de las dificultades, evaluando, elaborando decisiones en conjunto y construyendo el encuadre del trabajo.

Aunque los niños, los padres y los maestros viven conjuntamente estos procesos adaptativos debe tenerse en cuenta que no son equiparables: el niño es el protagonista principal y la prioridad de los adultos. Es quien en primera instancia, debe ser escuchado, comprendido, contenido en sus angustias, satisfecho en sus necesidades, y orientado en sus cambios.

Sabemos que, en lo que hace a su desarrollo psicológico los adultos tienen estructurado el aparato psíquico por lo que sus defensas les permiten ir controlando la realidad. Para un bebé cada una de las situaciones o de las personas desconocidas, exhortarán sensaciones de ruptura de continuidad del sostén del ambiente, provocando un aumento de la angustia. Cuando esas sensaciones no son comprendidas por el adulto, los niños estarán más conflictuados. Por ello es fundamental que el maestro asuma su rol de “adulto significativo” acomodándose al bebé y decodificando sus necesidades. A través de ello el bebé construirá, “una frustración gradual tolerable”, es decir la posibilidad de esperar, soportando las ausencias y las distancias. En este sentido, la tarea del Jardín Maternal y del docente a cargo del bebé será la de construir un ambiente adaptado a sus necesidades. (Maquieira, L. S.; 2002).

Otra de las tareas de los adultos es preparar al niño para que se convierta en miembro de la sociedad. Esto supone que, a través de la crianza, se le permite la recreación de valores y normas propias de nuestra cultura, se le enseñan ciertas conductas específicas, se le provee de modelos de roles adultos en los que pueda desarrollar su identidad y su lugar en la sociedad, y se lo apoya para que desarrolle su autoestima y autovalimiento. Los padres y educadores comparten la función de socialización en lo atinente a la constitución de modelos de identificación y como portadores de las metas, los ideales y los valores culturales. Así, el desarrollo emocional y la construcción de las capacidades cognoscitivas se ajustan y relacionan con valores determinados social y culturalmente. La negligencia, el abandono emocional, los vínculos crueles, o desvitalizados, son riesgos que pueden afectar el proceso de socialización y la estructuración de su psiquismo en general, como también lo son la falta de coherencia y el uso de poderes abusivos por parte de los adultos (Slapak, S. y otras; 2000).

En la integración del niño a la vida del Jardín Maternal cobra fundamental importancia el rol del docente, como figura significativa, quien debe asumirse en su posición de adulto y su plenitud profesional que consiste, precisamente, en la articulación armoniosa de habilidades y pericias socio-psico–pedagógicas que son el fundamento de su formación básica (Frabboni, F.;1984). Sin duda, el período de ingreso al Jardín Maternal, es un hito en la vida de los bebés y sus familias y por ello es fundamental que directivos y maestros se preocupen por la formulación y puesta en marcha de un Proyecto Educativo sólido para garantizar la calidad de la atención integral y los aprendizajes de los bebés, en un marco de sano bienestar y respeto cariñoso.



Uno de los aportes que considero más interesantes de los expresados en este artículo es que la autora menciona que el docente debe preguntar y preguntarse acerca de las ansiedades y motivaciones por las cuales el niño ingresa al Jardín Maternal. Esto es interesante ya que es una forma de crear un vínculo y un acercamiento, por parte del docente, hacia la familia del niño debido a que de esta forma, se está buscando comprender: qué es lo que sucede en la casa del niño, cuáles son las razones que movilizan a los padres a dejar a sus hijos ahí, descubrir cómo es la forma de pensar de la familia, su accionar, qué le quieren brindar a sus hijos, etc.

El personal del jardín como la familia del niño, tendrán que asumir un compromiso fuerte para el establecimiento de acuerdos, de acciones colaborativas y un fluido intercambio comunicacional para evitar posibles situaciones de riesgo. Este es un aspecto muy importante a tener en cuenta debido a que ambas instituciones se focalizan en el niño, por lo que, es importante que haya acuerdos entre ellos, que tengan una buena relación, que puedan interactuar, comunicarse los acuerdos y desacuerdos. La escuela y la familia son fundamentales para el niño en estas edades, ya que a partir de ellas adquiere sus aprendizajes significativos, incorporan valores, metas, ideales, aspectos vinculados con la cultura y constituyen modelos de identificación.

En el artículo se hace mención, recuperando una cita de Ruth Harf, que las adaptaciones abarcan la vida en su totalidad y, a mí entender por esta razón, es de gran importancia que los niños en esta primera infancia realicen adaptaciones de una forma adecuada, respetando sus tiempos y no forzándolos debido a que en ésta aparecen inseguridades, miedos, ansiedades, desconfianzas, diversos sentimientos por parte de los alumnos. Es la primera vivencia que tienen respecto a algo que deberán volver a vivir en varias oportunidades en el transcurso de sus vidas, y si la primera experiencia fue buena, no tendrán miedo ni inseguridades para las adaptaciones futuras.    




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